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ANOCHE AL ACOSTARME.

  • Cinthia Delgado Ramos
  • 8 dic
  • 4 Min. de lectura

Escrito por Cinthia Delgado



Mario está sentado a los pies de su cama. Es de noche ya. Lucía entra al cuarto, se cambia para dormir y se mete a la cama. Apaga la luz de su velador. La de Mario sigue encendida.


MARIO:

Anoche al acostarme encontré un duende debajo de la sábana.

LUCÍA:

¿Qué?



MARIO:

Sí, era pequeño, bonito... no dijo nada.



LUCÍA:

Un duende pequeño, bonito y mudo...



MARIO:

No era mudo, simplemente no dijo nada.



LUCÍA:

¿Cómo sabes que no era mudo?



MARIO:

No parecía mudo.



LUCÍA:

Pero no dijo nada.



MARIO:

Eso no significa que sea mudo.



LUCÍA:

Bueno, no era mudo. ¿Qué hacía aquí?



MARIO:

No lo sé.

LUCÍA:

Si no dijo nada, ¿para qué vino?



MARIO:

Ya te dije, no sé.



LUCÍA:

Le hubieras preguntado algo, así hubiéramos sabido para qué vino y de paso descartábamos que fuera mudo.



MARIO:

No se me ocurrió preguntarle nada.



LUCÍA:

Está bien, de repente vuelve. Si lo ves de nuevo le preguntas, ya me quedé con la duda.



MARIO:

Está bien.



LUCÍA:

Bueno, apaga la luz y vamos a dormir.



MARIO:

Una vez leí que cuando aparecen los duendes es porque vienen a avisarte cosas...



LUCÍA:

¿Cosas? ¿Buenas o malas?



MARIO:

Espero que buenas...



LUCÍA:

Pero este duende no dijo nada, tú mismo lo has dicho. De repente era un duende sin misión, un duende perdido.



MARIO:

No creo, porque me miró de cierta forma.



LUCÍA:

¿Cómo te miró?



MARIO:

Así... (le hace un gesto de duende preocupado)...Y de pronto desapareció.



LUCÍA:

Qué duende tan poco serio, viene te mira y se va... ¿Seguro que no se llevó nada? Porque por lo que me cuentas es un duende intruso.



MARIO:

No me pareció un intruso... más bien parecía un invitado sin invitación, de esos que se aparecen de pronto y te alegran la noche.



LUCÍA:

Ya duérmete, es tarde.



MARIO:

No, no quiero dormir.



LUCÍA:

¿Por qué? ¿tienes miedo que vuelva?



MARIO:

No... sólo que quería contártelo.



LUCÍA:

Ya me lo contaste.



MARIO:

Pero no te duermas, espéralo conmigo..




LUCÍA:

Tienes miedo.



MARIO:

No, no tengo miedo.



LUCÍA:

Entonces duérmete.



MARIO:

No tengo sueño. Por favor, espéralo conmigo. Quiero que tú también lo veas.



LUCÍA:

Tengo una reunión mañana temprano, ¿te acuerdas? Si no duermo bien me despierto con los ojos hinchados.



MARIO:

Sí me acuerdo...pero te lo pido como un favor... además, se te ve graciosa con tus ojos hinchados.



LUCÍA:

Sólo a ti te da risa. Se me ve horrible...



MARIO:

¿Por favor?



LUCÍA:

No sé a quién se le ocurre esperar duendes a esta hora... sólo a ti.



MARIO:

Gracias.



LUCÍA:

Ya, no me agradezcas mucho y más bien a ver si te comunicas mentalmente con tu duende para que venga de una vez.



MARIO:

(SE RÍE) Estaría bien eso de comunicarse con un duende ¿no?



LUCÍA:

Sería muy raro en verdad...



MARIO:

No me parece raro, la telepatía existe. Tú y yo deberíamos probarlo.



LUCÍA:

A ver piensa algo a ver si te oigo.



Mario se concentra.



LUCÍA:

“Pobre Lucía, mejor le digo que se duerma”. ¡Eso has pensando!



MARIO:

No, pensé “te quiero mucho”.



LUCÍA:

Mmm... no tenemos telepatía entonces...



MARIO:

Ya, otro intento, ahora piensa tú.



LUCÍA:

A ver... (SE CONCENTRA)... Ya.



MARIO:

“Mario, te amo”. Eso pensaste.



LUCÍA:

No, pensé Mario estás mal de la cabeza...




MARIO:

¿Por qué estoy mal de la cabeza?



LUCÍA:

¿Por qué? Mira, si me preguntas eso es porque definitivamente estás mal de la cabeza... Confirmado.



MARIO:

¿Está mal querer hablar contigo un rato?



LUCÍA:

A esta hora, mientras esperamos a un duende que no llega, sí.



Mario no responde.



LUCÍA:

Perdón, Mario, pero estoy cansada. Mejor me duermo.



MARIO:

Cinco minutos más, vas a ver que va venir.



LUCÍA:

(COMO PARA ELLA) Los duendes no existen....



MARIO

¿Qué?



LUCÍA

¡Los duendes no existen!



MARIO:

Éste sí existe, Lucía, este sí. No me digas que no.... por favor...



LUCÍA:

¡¿Qué quieres que te diga?!



MARIO:

Quiero que me digas que va venir, quiero que te quedas despierta conmigo toda la noche, quiero... te quiero a ti...



LUCÍA:

Mario duérmete ya, por favor, ¿sí?



MARIO:

¿Se acabó todo?



LUCÍA:

Hablamos mañana, estoy cansada, por favor.



MARIO:

Da lo mismo mañana que hoy, háblame hoy.



LUCÍA:

No es lo mismo. No es.



MARIO:

¿Mañana sí vamos a tener telepatía?



LUCÍA:

No sé..



MARIO:

(REPITE, SORPRENDIDO) No sé...



Se hace silencio, Mario se levanta de la cama, se viste, se dispone a salir.



LUCÍA:

¿Qué haces?



MARIO:

Buenas noches Lucía...



LUCÍA:

Ya... mira, esperemos al duende.



MARIO:

No... mejor no. Igual ya no sé si venga...



LUCÍA:

¡Oye! ¡Oye! ¡Tú tienes que estar seguro de que va

venir, Mario! ¡Tú tienes que estar seguro!



MARIO:

¿Y por qué yo sí? ¿Por qué tengo que ser yo el que crea?



LUCÍA:

Porque si tú no crees no nos queda nada... tú no puedes dudar nunca... tú no...



MARIO:

Así no es Lucía... así no funciona...



LUCÍA:

No digas eso... ¡te dije que quería dormirme! ¡Hoy no quería hablar de nada!



MARIO:

Entonces duérmete...



LUCÍA:

No...



MARIO:

Duérmete Lucía... sino mañana te despiertas con los ojos hinchados y a ti no te gusta eso. Tu reunión es importante. Duerme.



LUCÍA:

Mario...



MARIO:

Tus ojos Lucia, acuérdate... tus ojos...



LUCÍA:

¿Y tú?



MARIO:

Yo voy a tener que esperarlo... ¿Qué crees, que viene o que no viene?



LUCÍA:

Espero que venga...



MARIO:

Entonces duérmete, mañana te cuento.



LUCÍA:

Está bien...



MARIO:

Buenas noches...



LUCÍA:

Buenas noches...



Lucía le da un beso, apaga su luz, trata de dormir. Mario la mira, con la luz de su velador encendida.



MARIO:

Por favor regresa...




Escrito por: Cinthia Delgado R.



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